Nosotros

De niño me encantaban los viernes porque era el día que mi padre nos dejaba trastear por la oficina.

Meriendas de chocolate entre billetes de mentira, billetes que mi padre nos fotocopiaba con todo el cariño del mundo para que pudiéramos jugar, Eso sí, cariño del de verdad.

La gente entraba y salía, y a mí me llamaba la atención que aquellas caras eran alegres. La de mi padre también. No sabía muy bien a qué se dedicaba, pero siempre tuve claro que me gustaba el aire que se respiraba allí.

En el momento en que mi hijo me planteó que debíamos hacer un trabajo explicando a qué se dedicaba su padre para la guardería, abrí un cajón de mis recuerdos levantando una polvareda importante que hizo orear mis sentimientos. Nunca supe realmente en qué consistía el trabajo de mi padre, era un concepto abstracto: entregaban papeles, escribía a máquina, echaba el correo al buzón, atendía a gente…, resolvía problemas, mientras yo disfrutaba con juegos en la oficina. Con el paso del tiempo descubrí su vocación, mi padre era asegurador, muy difícil de explicar.

Hoy con el paso de los años la historia se repite y ahora son mis hijos a los que tengo que explicar en qué consiste mi trabajo y son ellos los que juegan entre nosotros. Pero la filosofía no ha cambiado, ayudamos a quien lo necesita.